Arrastra ocho hermanos,
A todas
sus soledades juntas o dispersas
Vienen
las alturas anudadas por un salar
Tamarindos,
chañarosos y caldenes.
Flota
una cáscara de sandía en la mirada,
flecha el aire la sombra de un pato sediento,
Bajan
barrosos olores del Atuel,
atraviesa
el agua flecos de un alambrado resignado.
El
monte bajo se asoma a ver su paso,
Lechuzos
anidando en la siesta calcinante.
Llega
una vaca huesuda tras el aire humedecido,
su
instinto le ha mentido, el cogote aún bajo
su
hocico resoplando ruegan al agua desabrida
Quedarán
secos la ubre y su ternero
Vuelven
quemantes sus patas por la arena.
Sigue
la víbora barrosa buscando el cielo,
llega
un viento que en la última hora
flamea
su alivio cortadero en un penacho
A
la orilla de la noche llegan loros,
a
encontrarse con la tarde barranquera
mezclando
rastros de chanchos y colmillos.
Arriba
refleja otra vía láctea estrellada de sal,
y
tirita una luz de un puesto solitario.
Alunado
el puma sale a caminar,
mientras
el puestero varea su sueño por el monte.
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