lunes, 16 de junio de 2008

América, Azara

Un día el rey lo mandó a América, cuando América aún era de barro.

Aquel día el rey estiró su brazo, levantó su dedo y desde su sillón le ordenó que dibujase el mapa del Paraguay, una tierra cuyo nombre que le costaba pronunciar. Los reclamos de Portugal se multiplicaban y la situación no podía continuar. Un cortesano nervioso alcanzó un globo terráqueo y el rey pidió que dibuje una línea. Meridiano, susurró al oído el ayudante. Si si, eso, habrá respondido el rey.

Tal vez Su Majestad le encomendó la misión porque Félix era naturalista, y habrá pensado que siendo ese el nombre de su oficio, habría de tomarse la tarea con naturalidad. Para darle un título lo nombró comisario principal.

Desembarcó en Brasil, su misión debía durar unos meses pero ocupó veinte años. Vivió en la selva, dibujó los animales e insectos, descubrió ríos y ciudades detrás de las malezas. Mientras esperaba algo anotaba sus manuscritos. Ahora son sus manuscritos los que esperan.

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