lunes, 2 de junio de 2008

Artigas, y saca tu sombrero cuando lo digas

Su abuelo quería que ese chico fuese sacerdote, pero a él le gustaban los naipes.
Había nacido en Montevideo y crecido en la campaña uruguaya, mirando jinetear a los Charrúas. De ellos aprendió a amansar potros y entre ellos se hizo paisano.

Una tarde en Guaycurú se arrimó a una pulpería. Dicen que en aquella esquina cruzó su mirada con la de Fierro, un desertor que rasgueaba una guitarra. Pidió silencio, una ginebra y habló con calma. Al rato de haber llegado se alejaba seguido de un puñado de hombres, desde aquella tarde, sus soldados.

Un mañana de invierno uno de aquellos gauchos llegó disparando, sujetó con violencia su caballo y sin desmontar gritó lo que sabía a su jefe: un ejército de ingleses había invadido Buenos Aires. A las pocas horas esos gauchos cruzaban en una barcaza el río. Iban serios, con la mirada perdida en el horizonte plateado y los cuchillos desenvainados.

Tiempo después, un grupo de porteños, aquellos mismo por los que había peleado, lo declaró infame. Decidieron además que su cabeza valía seis mil pesos sólo si la traían separada de su cuerpo. Le mordían los talones. En Guayabos peleó bien, en Tacuarembó no tanto. Mientras le curaban las heridas bebía vino en taza, y cuando iba olvidando tanta traición se desparramaba en un catre sin colchón. Pepe Canbel, un colorado peligroso, le cuidaba las espaldas mientras dormía. Desde que había desertado del ejército inglés, ya no era más Peter Campbell. Ahora andaba en pelo detrás de su jefe y manejaba la lanza como el que más.

Mientras el viejo Artigas plantaba un esquinero en una chacra de Caraguatí, llegó uno de sus paisanos disparando. Clavó la pala en la tierra y por un instante recordó una escena parecida, no sabía bien de cuándo. El jinete sujetó su caballo como lo había hecho en aquel invierno, pero esta vez desmontó y abrazó a su jefe. Treinta y tres paisanos orientales se habían sublevado con Lavalleja.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Juan Carlos: he llegado a tu blog buscando imágenes de la luna anaranjada para poner en mi blog, junto a un poema; no he usado tu imagen pero me quedé leyendo tu blog. Te cuento que yo tenía la imagen de la luna en esos días de humo, pero lamentablemente la pc se me descompuso y he perdido muchas fotos que no las había pasado; pero buenio son cosas de la tecnología y de confiarme en ella.
Soy uruguaya, por eso te escribo en este artículo sobre nuestro mayor héroe; agradezco tu reconocimiento, se nota que has leído historia de varios autores.
Me gustaría mandarte algo que escribí sobre las papeleras en el río Uruguay, también mandarte unas fotos, pero tenés que decirme si te lo mando como comentario o a tu mail.
Bueno, espero tu respuesta y te invito a pasar por mi blog
Un abrazo.
naná

Juan dijo...

Nana,

Muchas gracias por tu comentario. Que macana que hayas perdido tantas fotos! Si necesitas alguna, pedimela.

Pasaré por tu blog y espero tus escritos sobre el río Uruguay.

Saludos,

Jp

Anónimo dijo...

Añado este maravilloso cuaderno de viaje a mi blog en ciernes. www.alcentroporfavor.blogspot.com