
Un día se retiró a la selva a escribir sobre su murmullo. En sus manos aprendió a conversar con la madera, con la misma fuerza supo levantar su machete filoso y su lanza de tinta; me consta, era capaz de hablar del olor de una tormenta hasta empapar al lector.
Horacio Quiroga, hoy tu ancha vida viaja en el Paraná; muere todo el tiempo pero nunca deja de brotar desde la selva, de volcarse hacia tu orilla eterna.
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