martes, 15 de septiembre de 2009

El loco del pueblo

Se cruza con todo el mundo. Algunos de ellos le responden el saludo, el resto son imaginarios. La barba le va comiendo la cara. Aunque es caminador tiene una bicicleta tan parejamente despintada que ya nadie puede advertir su desgaste. A unos veinte metros lo sigue un perro rengo. Vive cerca de la estación, como todos los locos de pueblo, y guarda una historia de soledad y alcohol. Vayan y vean. Un pueblo no se convierte en ciudad cuando llegan tantos habitantes sino cuando, una tarde, por la calle larga se aleja su último loco.

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