¿Por qué suenan tan africanas las palabras africanas? Tan tamborileras, tan gruesos sus labios.
Matungo, mucama, mondongo, candombe, tamangos, milonga, marote, chimango.
Más anchas que el tiempo que pasó desde aquel tiempo. Tan negras y brillantes. Tan sudorosas, olorosas y mulatas. Tan de Retiro y del Abasto. Tan resistentes en las excavaciones de la calle Alsina. Tan atávicas, salvajes.
Tan sonajeras, tan candombera y musical. Escuchen a Zitarrosa como las cita, como las roza. Sientan los cascabeles en los pies de esas palabras.
Pero el diccionario no cuenta su historia, sólo cuenta su cuenta. Nada de aquella que en barcazas marineras lo cruzaron llenándose de sol y sal. Traen sus costas leoneras, color de arena. Son el marfil de nuestra lengua.
Primero fueron esclavas, luego marginales. Deben haberse colado sigilosamente en los patios, se deben haber hombreado con las otras, con las señoriales castizas. Pero ya no tienen grillos en los pies y vienen a liberarnos a nosotros. Son servidumbre que aún nos sirve, farol que nos dejó un negro.
Los vestigios no son vestigios. Nos habitan vivas. Para nombrar las macumbas, fueron ocultismo entre las otras y ya son ahora magia negra. Para nombrar a las minas nombrando todo el barrio, toda una intención. Para nombrar a Mandinga casi amistosamente, sin temerle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario