
Cuando era joven había subido El Tronador con un amigo, allí se recibió de andinista. Hace poco tiempo, ya con 40 años, fue a Bariloche, buscó a los hermanos Fiorenza y les dijo que quería que lo lleven a la cumbre del Fitz Roy. Se había vuelto loco.
Pero los Fiorenza estaban aún más locos que él, y lo mandaron a entrenar durante más de un año. Luego de ese tiempo se fueron juntos a la base del cerro, cerca del Chaltén y pasaron otro mes esperando que la montaña diera su visto bueno.
Después de un ascenso desesperado sacaron esta foto en la cumbre, a última hora de la tarde. Faltaba el descenso nocturno.
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