
Después de leer un río de punta a punta, Javier ha remontado el Congo. Estoy seguro de que alguna vez fue un caminante sin urgencia que tropezó con una bolsa de historia, la levantó, y desde entonces la lleva al hombro.
Javier Reverte quiere mirar, no deja que le cuenten. Javier no repasa blogs como este, lee la tierra y escucha su voz. Javier le da la espalda a los monumentos de las plazas pero habla con los placeros. Y, medio loco, mientras avanza por continentes, Javier conversa consigo mismo hasta vuelca su diálogo en un puñado de oraciones. Y eso se transforma en lo que otros llaman libro, un cuaderno de notas, de diálogos escritos.
Yo lo vi. Javier agarra la realidad con los ojos y con la mano la devuelve hecha literatura.
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