
Tiene razón mi hermano. Las manos siguen vivas, poderosas, sedientas. Siguen pidiendo que le tiremos algo; un pedazo de madera, de hierro, barro, ladrillo, tela, harina, arena, una raíz al menos. En forma de cuenco ruegan que no las olvidemos, que las tratemos sin excusas ni guantes. Quieren raspar, oler, mojar, hasta sangrar quieren.
Y quieren brotar en objetos, argumentos para decirle al corazón que también laten.
5 comentarios:
Juan !!!!!!! Me alegra muchísimo leerte encaminado en este mundo de letras, historias e imágenes. Es un impulso muy grande que precedas una idea que desde hace mucho tiempo da vueltas en mi cabeza. Si te cuento como encontré tu blog te vas a reir: mirando el blog de la Embajadora Susana Pataro... Dentro de unos días comienza mi viaje, así parecido al tuyo. Voy a buscarme y oírme en el eco de los valles, en las palabras de las personas. A lo mejor nos encontremos en algún lado... me gustaría tomar ese mate contigo.
Pedro Curutchet. peyz400@hotmail.com
Qué hacés, Chaval?
Tanto tiempo! Creo que alguna vez nos cruzamos por cancillería, pero desde el colegio que no sabía nada de vos. Y eso que éramos 14 compañeros.
¡Que alegrón encontrarte por aquí!, y justo en esta entrada, que tiene tanto que ver con vos, con las manos, con tu viejo. A propósito, ¿cómo anda él? Mandale un abrazo grande,
Así que en el Blog de Susana Pataro? Es una persona muy interesante, culta, viajera, que anda emparchando problemas por el continente africano. Justo ayer salió una nota sobre ella en Enfoques, de La Nación.
Vos que viajes planeá? Contá, contá!
Los mates? cuando quieras. Pongo el agua.
Abrazo grande,
Jp
Qué buen párrafo. Llevamos cabezas de serpiente en las puntas de los dedos. Pulpos incrustados en los huesos de las manos. Gatillos, rastrillos, colmillos en las uñas. Piezas de hechicería que hacen de la arcilla cuerpos, de los cuerpos fuego, sudor...
Y lo olvidamos
Juan Manuel,
Leo tu voz colombiana, oigo tu párrafo colombiano. Y allí, como en todas las notas de los caribeños, siempre hay magia, delirio, gracias al exceso de sol. Contanos de aquella patria de bares y cafés.
Jp
Juan Pablo:
Lo del exceso de sol, hoy es total. Ha ardido y quemado todo el día, en esta Medellín sin nubes que hoy busca sin éxito la sombra para pasar la resaca del primer fin de semana de la Feria de la Flores: una fiesta hinchada de aguardiente y desfiles, inventada por ganaderos, caballistas e industriales, pero en la que lentamente se cuela el teatro, la música negra, el humor negro, las guitarras eléctricas. Y no todo es ardor: porque si el sol hoy somete, hace un mes largo tal vez, este valle entre montañas hacía agua. Chaparrones como para llevar el casco puesto, perros bajo las camas chillando para no escuchar. Quebradas que fruncían el ceño sobre el borde, esperando un mal gesto para acabar con barrios de tablas y cartones, allá, sobre esas laderas. Así es la cosa. Sabrosa, no? Pero cuidado: para los habitantes de la costa, de la selva, del mar, los de estas tierras somos pollos sin plumas, "cachacos" sin tumbao, sin sabor. Hasta que después de media botella de cualquiera de los tragos fuertes que nunca faltan en toda tienda de esquina, de pueblo, de vereda, la sangre mulata se vuelve imán que une, y somos caribe, trópico, pacífico: somos colonia, áfrica, pueblo indígena en el mismo vaso. Así es. Y tampoco es. Pues como sabrás, todo es cuestión de saber mirar. Por aquí seguiré pasando, y si el viaje prende motores, hasta contando. (¿Qué hay de Periodismo al Tranco? Buena idea. Justo llegué aquí por LinkedIn. Salud!)
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