“Me duelen las historias perdidas”. Lo anotó Alberto Rex González, el arqueólogo, en el prólogo de un librito muy pueblero y terrenal, titulado “Tiestos dispersos”. Si alguna vez se topan con esas notas verán que fue narrado como cebando mate, sobre una mesa de madera maciza, lisa y limpia, en una galería amplia, vieja y luminosa. No lo dice en ninguna parte, pero lo cuenta todo el tiempo. Verán que hay viento y polvo entre las letras, verán que hay sol de calles vacías, que hay sombra de árboles traspasadas por luz.viernes, 26 de noviembre de 2010
Tiestos dispersos
“Me duelen las historias perdidas”. Lo anotó Alberto Rex González, el arqueólogo, en el prólogo de un librito muy pueblero y terrenal, titulado “Tiestos dispersos”. Si alguna vez se topan con esas notas verán que fue narrado como cebando mate, sobre una mesa de madera maciza, lisa y limpia, en una galería amplia, vieja y luminosa. No lo dice en ninguna parte, pero lo cuenta todo el tiempo. Verán que hay viento y polvo entre las letras, verán que hay sol de calles vacías, que hay sombra de árboles traspasadas por luz.
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