martes, 7 de junio de 2011

Valorar

El de abajo es una respuesta a un mail familiar, dirigido a mi hermana Pilar, que vive en Alvear, Mendoza. Como tengo poco tiempo y menos inspiración manoteo anotaciones de donde sea. Va sin editar.

Pila,

Yo pienso que el campo nos dio muchísimo. Menos mucha plata nos dio mucho de todo. En el campo aprendimos a valorar naturalmente. Sin teoría pero con el discurso silencioso de la tierra. Y así fuimos absorbiendo lecciones como la arena de esos caminos, que toma el agua de a poco.

Aprendimos a valorar la fruta y la galleta. Aprendimos a valorar el agua del viento y el rocío humedeciendo el llorón. Aprendimos lo que cuesta alambrar un cuadro -y no estamos hablando de plata-. Por si no lo habíamos aprendimos bien, lo recordamos cuando hubo que volver a alambrarlo por el fuego al año siguiente.

Aprendimos a respetar las patas de un caballo grande. Y aprendimos que si era potrillo lo podíamos manosear hasta la amistad. Aprendimos a limpiar el fondo de guadal en un tanque australiano. Aprendimos de las vacas el valor de una sombra de caldén y a conformarnos con una de chañar. Aprendimos el valor de un sombrero.

Aprendimos a valorar la leche tibia de la mañana y hasta hoy recordamos las manos de Doña María. Como jugando aprendimos a sujetar el ternero en el corral de las lecheras. Y a la tardecita, mientras mateábamos en la galería, aprendimos por qué mamá en ángulo recto hacía crecer la gramilla. Cuando el motor andaba, aprendimos a jugar al truco. Y Cuando no andaba, aprendimos lo bueno que era dormir temprano. Y lo cómoda que resultaba la vizcachera vieja que teníamos por cama.

De tanto esperarlas, aprendimos el valor de las visitas. Aprendimos lo que vale un compañero. Y más si viene tropeando allá lejos una punta de vacas que de otra manera tendríamos que buscar nosotros. Aprendimos a valorar un par de estribos. Cualquiera sabe que no es lo mismo ir al monte sin estribos... Aprendimos cómo queda la voz detrás de ese día de polvo y gritos.

Aprendimos mucho de distancias. Aprendimos que allí casi nada era fácil, que nada ni nadie sobra. Y aprendimos que ser flojos no era para nosotros.

Ja, en la ciudad aprendí a olvidar muchas cosas.

Cómo hago para enseñarle a Cefe lo que nos contó la tierra
?

Jp

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué lindo Juan!!
y...Feliz Día!!!
beso grande!Calu

Anónimo dijo...

A Cefe se le enseña sacándole, despacito, los escarpines, las zapas, las alpargatas, y cuando sea más grande, las botas. Que apoye sus patitas desnudas sobre la tierra -húmeda o seca- y que aprenda a escuchar con los pies, con las manos, con los ojos, con la nariz.
Cefe va a aprender porque con un padre como vos, no puede no aprender.
Feliz día, "viejo" :)
Abrazo,
Pampa.