
La patronal tabacalera enfureció. Y a los gritos llamó a sus abogados.
Entonces la gigante Lorillard inc decidió demandar al gobierno estadounidense. R.J. Reynolds, fabricante de Camel, Winston y Lucky Strike se sumó al zarpazo. Imperial Tobacco vio una oportunidad de dar un buen golpe y quiso ser de la partida.
Es que hace unos meses Barack Obama dispuso por decreto que en su país el año próximo las cajitas de cigarrillos deberán llevar imágenes que adviertan sobre los posibles daños a los fumadores.
“Vendemos un producto legal”, dicen sus abogados. “Lean la primera enmienda de la constitución, queremos libertad de expresión”. Mientras, en el mundo mueren 6 millones de fumadores al año. Pero la patronal pide libertad de expresión. Seiscientas mil personas que decidieron no fumar están igualmente afectadas, incluidos niños. Pero ellos piden libertad de expresión. Con nuevos aditivos crean adictos legales. Y piden libertad de expresión. Los gobiernos deben pagar la atención médica de los afectados. Y ellos le piden a esos gobiernos libertad de expresión.
Piden por la libertad de expresión, quieren libertad de es presión.
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