lunes, 21 de noviembre de 2011

Lluvia quirogeana


Afuera llovía y adentro también. Llovía Horacio Quiroga.


Goteaba insectos y animales; víboras de coral y culebras. Tábanos, avispas y yararás. Yacarés, tacurús y voladores guacamayos.

Su tormenta me trajo herramientas: machetes, barretas, alambres, hachas, azadas y gubias. Llaves inglesas y portland, ese que en el campo le dicen porlan. Sierras, pistones, prensas y bielas.

Me hablaba del monte y de su barro. De bananos, lapachos, yerbales y mandarinos. De tacuaras, mandiocas y hojas de palmera. Y hasta me contó cómo la luna se metía en la selva, como una liana blanca sobre los arboles.

Advertí que aquel hombre no sólo sabía hacer un pozo, sino que sabía contar cómo se hacía. Y sabía de víboras pero sobre todo sabía contar como pican, como duelen. Sabía de herramientas y de alambres, sí, pero no sólo sabía estirarlos en los potreros; sabía contarlo.

Quiroga era un trabajador frente al río. Un trabajador que alcanzó a comprender el Paraná. Y entre el galpón y el taller pudo hacerlo palpable en sus palabras: abrasadoras, calientes. Ya sus imágenes viven húmedas como la selva; espesas, sofocantes, infernales.

No hay comentarios: