La diferencia está en las palabras. En las que abrazamos, en las que excomulgamos.
Algunas se juntan y visten con justeza situaciones y objetos. Pueden ser elegantes o descosidas pero seguir siendo justas, precisas. Hay otras que maquillan y hay otras, desfachatadas, que simplemente disfrazan, generando mundos travestidos. En la vereda del frente están las que desnudan y lo ponen todo en evidencia.
Más o menos eso pensaba hoy cuando me bajé del bondi. Es que arriba venía leyendo un librito de un médico llamado Floreal Ferrara, que dice en la página 77: “la calificación de trabajadoras sexuales, es estruendosamente perversa. No son trabajadoras sexuales, son esclavas: de una situación; de una sociedad que las explota”. Y agrega: “cuando le preguntan por qué están en el lugar dicen: por hambre, porque no tenemos solución para nuestros hijos cuando no tenemos qué darle de comer”.
Y sin darnos cuenta, bebemos de un río que arrastra piedras de otras canteras.
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