viernes, 17 de febrero de 2012
La necesidad
Sucedió dos años antes de que yo naciera, en el 78. Un grupo de hombres se reunió secretamente en la Catedral de Córdoba. En voz baja acordaron remplazar varias de las joyas y muebles originales por falsificaciones. Un dato: esa Catedral jesuítica es tal vez el monumento histórico argentino más importante del siglo XVIII.
El asunto es que lo hicieron; remataron los más valiosos muebles, la custodia de oro, el báculo, las joyas, antiguas mesas con tapa de mármol y herrajes de bronce, sillones capitulares del coro y sillas del altar mayor. Luego unas pocas joyas pasaron a manos de otros coleccionistas del país y el resto de los muebles se revendió al exterior, donde realmente valoraban el tesoro. Y lo pagaban. En su lugar pusieron réplicas berretas, testimonio del saqueo.
En aquella reunión estaba la conexión local -un puñado de coleccionistas privados conocidos- y miembros del clero que tenían la bendición del Arzobispo. Años después la justicia investigó y quedaron involucrados el distribuidor de bendiciones, un ex comisario, un puñado de anticuarios, los coleccionistas famosos y varios miembros de familias respetables de la docta.
Al ser interpelado uno de los coleccionistas aseguró que aún tenía en su poder algunas de esas reliquias pero que las había adquirido legalmente. Y agregó que había vendido tres departamentos en la zona de Viamonte y Ayacucho para comprarlas. Además, el cardenal le había dicho que necesitaba dinero para arreglar el templo. La necesidad se comprende.
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