-“La gente quiere
esto, a la gente le importa lo otro”, dice el candidato con solemnidad. Y el periodista, impecablemente trajeado, le
responde: “Si, pero a la gente le importa también aquello otro y lo otro también”.
Y ahí dudé. ¿Cuándo habré
dejado de ser gente?
“Gente”. Dicho así es como un ente benévolo, como una monja
de mil cabezas que podría vivir en un edificio de Villa Soldati. “Gente”:
siempre pacífica, que no puede tener más que buenas intenciones. “Gente”. Que
sólo quiere sacar la basura en chancletas sin que la aprete ningún punga roñoso.
Y no molesten con ideas raras, o no saben que “la gente” no tiene ideas.
Después de sacar la basura la gente quiere subir a ver el pronóstico del día
siguiente. No sea cosa que salgamos sin paraguas.
¿Los chorros son gente? ¿Y los violadores? ¿Esos son gente
también? ¿Los muertos ya no son gente, no? ¿Y el dueño del Banco de Galicia? ¿los
paraguayos, serán gente? ¿La gente para ser considerada gente, tendrá que vivir
en la argentina? Ahhh….Gente común. ¿Como-un qué?
Yo renuncio. Desde este momento, ya no quiero ser gente. Y
mientras presento mi renuncia formal me alcanza una canción de Jaime Roos:
“No me hablen más de él
No me hablen más por él
Que yo lo veo en cada esquina
Y lo escucho en el café”.
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