Hay que
armarse. Definitivamente hay que armarse contra la inseguridad. Hay que armar un desarme con razones nuevas. Hay
que empuñar otras ideas y cargarlas de argumentos. Ya no importa dónde ni quien
esconda un fierro. Que sea igual. Igual en la cintura del pibe o en la mesa de
luz del señor. Que la constitución ya no asienta. Que no exista licencia, ni
tenencia, ni portación. Que no apunte el caño, no, pero tampoco la constitución.
Que el horror sea siempre un horror, una condena. Siempre. No importa su portador.
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