viernes, 30 de marzo de 2012

El tamaño de la esperanza

A la mañana vendía diarios frente a la YPF de Ruta 8.

Lo veía todos los días, mientras esperaba el colectivo. Todavía no le pregunté el nombre. Cuando no caminaba entre los autos lo seguía un perro con una media en la boca.  

Su cara confesaba que era alcohólico y algunos de los playeros de la estación lo sabían.  Lo habían olido o lo habían visto a la tarde, tirado al sol con una botella mal escondida en su campera.

Pero esta semana dejó los diarios y empezó a empujar un carro de supermercado. Bajó los brazos. Si ustedes lo vieran caminar notarían  que está entregado.

Ya no espera. No espera ni que le compren un diario, no espera que el frío no lo sacuda. Su circunstancia lo convenció de que ya no vale la pena seguir.  Ahora es dejarse atravesar por los días con indiferencia. Todo da lo mismo.

La esperanza es el motor de la actitud de cada día.

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