La casa de los Ávila, antes del Plan de Erradicación de ranchos. Era la más alejada de los médanos. No había agua porque estaba lejos del jagüel, parte de la vida se iba en buscarla.
Vean a Cecilio Ávila, el Choique, buen alambrador. Vean en sus manos el
tamaño de su trabajo. Dicen que sabía enlazar de noche. Cuando las tormentas
venían bravas, Cecilio las cortaba haciendo una cruz de sal en el suelo.
Vean a Doña Filomena, aguantadora y sonriente. No para la foto, claro. Y
allí sus hijos Eugenio, Josefa y Jovita, linda niña, que fue compañera de
Luisma en la escuela, y de Leti en el Jardín de la Virgen que improvisaba Doña
Olga. También están Luisa y Ceferino, hijos de la Meca. ¡Que bien jugaba
Ceferino a la pelota!
Como jugueteando verán a Leti y Pila,
largamente vestiditas. Notarán también que la madre pensó en las botas de
lluvia. No sólo pensó en ellas, se las puso… aunque no lloviese hace un año.
Evidentemente la madre pensó en
muchas cosas que nadie piensa. Y las hizo.
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