lunes, 25 de junio de 2012

En esto creo


Creo en la palabra castellana, 
dios todopoderoso,
creador de un cielo y de una tierra.  
Creo en su hijo, Carlos Fuentes
y su sombra latinoamericana.                                                                                                                                                                                                                                       

Hace varios días que murió. Ya decantó la ceremonia. Ya habrán terminado de enumerar sus libros, sus premios. Ya habrán gastado la palabra “prolífico” para referirse a él.

No me interesa su cortesía, su elegancia de embajada. ¿Qué significa eso ante ese nombrador de mundos? Desde su pirámide azteca bajó palabras escalonadas. Por debajo de esa tierra se asomó su serpiente emplumada de preguntas.

América Latina fue para él un lugar para entender, un barro donde se juntan geografías y visiones a la sombra de un imperio que ensombrece y a la vez aclara otra identidad. Y de esa arcilla labró su poesía. Y de esa tierra fue creciendo su mirada.

Fue diplomático. Hasta que el asesino de estudiantes Díaz Ordaz también fue designado. Yo me voy, dijo entonces, y se fue sin pegar un portazo. En eso creo. En una actitud sin extremismos y a la vez, extremadamente solidaria, profundamente decidida. Creo en la muerte de su hijo. Y en su voz quebrada para siempre.

Mestizo de las ideas, entendedor puro. Para usar sus propias palabras, diría que fue dándole forma a lo disperso, que fue juntando lo que otra manera no se entendería.

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