Tal vez por esas dos últimas razones hubiese ido, creo que
tienen un peso importante.
Pero no, no fui, no eran suficientes para mí. ¿Pero la terrible corrupción de un gobierno
no es suficiente para movilizarme? No, no me interesa cambiar una corrupción
por una incertidumbre que acechan los corruptos de siempre. Es decir, ¿cuál es
la alternativa que se presenta en esa marcha? ¿O eso no importa? Más aún, entonces, no me interesa ir a una
marcha de los que siempre hemos sido
beneficiados. Estoy hablando de mi
propio grupo socio cultural. Y ahí observo otra de las razones de la marcha. Hay
algo simbólico dando vueltas, algo implícito de pertenecer: “estoy de este
lado, no del otro”. O “Vamos argentinos”.
Y el himno dando vueltas como elemento unificador.
Me gusta que la gente se manifieste, se exprese. Aunque
incomode me gusta que no se esquive la discusión en los asados, en las
reuniones. Pero me gustaría que lo hagan en varias situaciones, en las
injusticias cotidianas. Me gustaría que lo hagamos todos. Y generalmente no lo
hacen, no lo hacemos. Hablo de actitudes diversas, del gesto con la gente de la
calle, de empujar un auto que vemos que se ha quedado. Hablo de la actitud ante
un peaje que se abusa, de la empresa de teléfono que nos estafa día a día,
hablo de los negocios turbios que siempre se justifican, de no esmerarse en
evadir los impuestos, hablo del pago a la chica que limpia en nuestras casas,
hablo de ser solidarios. De empezar por nosotros, hablo de cambiar un poco las
cosas chicas. Creo que si una sociedad es solidaria y justa en los pequeños
gestos más aún lo será en las situaciones relevantes.
Al marchar, estamos
eligiendo marchar por esto, no por lo otro. Es decir, estamos eligiendo las
razones de nuestro grito. Y nadie grita
todo el día, sólo cuando se enoja. A riesgo de parecer básico, me pregunto ¿los
que marchaban ayer marcharon alguna vez por los chicos que tiritan de frío o de hambre todos los días en
este país? ¿Alguna vez marchamos por las torturas que suceden en las
comisarías? Entre todas las razones que
escuché en los entrevistados de la tevé, no escuché razones parecidas a esas.
Si por la inflación, que existe y es real. Si por las patrañas del INDEC, que
parecen una broma y no lo son.
Alguien me podría decir: “bueno, pero por algo se
empieza”. Yo creo que fue un evento
aislado, no algo que haya empezado. Quisiera equivocarme, quisiera pensar que
en la marcha de ayer empezó a involucrarse un sector de la sociedad. Pero no,
no lo creo. Quisiera pensar que cuando hablan de la inflación están pensando en
los que más la sufren, pero no, no lo creo. Ningún cartel que yo haya visto lo
expresaba en ese sentido. Quisiera
pensar que cuando hablan de las patrañas del INDEC se figuran a los primeros
damnificados, aquellos que no llegan a la canasta básica. Pero no, tampoco creo
en eso.
Si cambiase la pregunta y en vez de preguntar en contra de
quién, preguntara a mis amigos
caceroleros a favor de quién fue la manifestación ¿Qué respuesta recibiría? Tal vez dirían que fue a favor de la libertad.
La pregunta que sigue, obvia, es ¿cuál es la libertad que falta? Falta libertad para comprar dólares, es
cierto, pero asumimos que por eso no marchábamos. ¿Libertad de expresión? Como
periodista puedo asegurar que no falta
esa libertad. La última revista Noticias
me da la razón; por suerte salió a la calle.
Me hablarán de las nuevas formas de censura y volveré a decir lo mismo. La
marcha dio cuenta de esa libertad. Asistieron todos los que quisieron y las
imágenes de ellos repetidas en las pantallas estuvieron lejos de ser censuradas.
En líneas generales aseguraría que no falta libertad de
expresión, sí libertad para pensar esa expresión. Y eso es mucho más grave. Pero nadie reclamaba eso.
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