lunes, 17 de septiembre de 2012

La marcha de ayer


 
Las razones de la marcha fueron muchas, diversas.  Se podrían analizar por días. Pero pintándolo con brocha gorda,  voy a asumir que fue en contra de los aspectos de la corrupción kirchnerista.  Voy a ser benévolo, no quiero pensar que algunos marcharon en la Argentina de las urgencias por el cepo al dólar. Asumiré entonces que no fue por el eso, sino que fue por la corrupción, por un lado, y para interponerse  al deseo de Cristina de perpetuarse en el sillón presidencial, por otro.

Tal vez por esas dos últimas razones hubiese ido, creo que tienen un peso importante. 

Pero no, no fui, no eran suficientes para mí.  ¿Pero la terrible corrupción de un gobierno no es suficiente para movilizarme? No, no me interesa cambiar una corrupción por una incertidumbre que acechan los corruptos de siempre. Es decir, ¿cuál es la alternativa que se presenta en esa marcha? ¿O eso no importa?  Más aún, entonces, no me interesa ir a una marcha de los que  siempre hemos sido beneficiados.  Estoy hablando de mi propio grupo socio cultural. Y ahí observo otra de las razones de la marcha. Hay algo simbólico dando vueltas, algo implícito de pertenecer: “estoy de este lado, no del otro”. O  “Vamos argentinos”. Y el himno dando vueltas como elemento unificador.

Me gusta que la gente se manifieste, se exprese. Aunque incomode me gusta que no se esquive la discusión en los asados, en las reuniones. Pero me gustaría que lo hagan en varias situaciones, en las injusticias cotidianas. Me gustaría que lo hagamos todos. Y generalmente no lo hacen, no lo hacemos. Hablo de actitudes diversas, del gesto con la gente de la calle, de empujar un auto que vemos que se ha quedado. Hablo de la actitud ante un peaje que se abusa, de la empresa de teléfono que nos estafa día a día, hablo de los negocios turbios que siempre se justifican, de no esmerarse en evadir los impuestos, hablo del pago a la chica que limpia en nuestras casas, hablo de ser solidarios. De empezar por nosotros, hablo de cambiar un poco las cosas chicas. Creo que si una sociedad es solidaria y justa en los pequeños gestos más aún lo será en las situaciones relevantes.

 Al marchar, estamos eligiendo marchar por esto, no por lo otro. Es decir, estamos eligiendo las razones de nuestro grito.  Y nadie grita todo el día, sólo cuando se enoja. A riesgo de parecer básico, me pregunto ¿los que marchaban ayer marcharon alguna vez por los chicos que  tiritan de frío o de hambre todos los días en este país? ¿Alguna vez marchamos por las torturas que suceden en las comisarías?  Entre todas las razones que escuché en los entrevistados de la tevé, no escuché razones parecidas a esas. Si por la inflación, que existe y es real. Si por las patrañas del INDEC, que parecen una broma y no lo son.  

Alguien me podría decir: “bueno, pero por algo se empieza”.  Yo creo que fue un evento aislado, no algo que haya empezado. Quisiera equivocarme, quisiera pensar que en la marcha de ayer empezó a involucrarse un sector de la sociedad. Pero no, no lo creo. Quisiera pensar que cuando hablan de la inflación están pensando en los que más la sufren, pero no, no lo creo. Ningún cartel que yo haya visto lo expresaba en ese sentido.  Quisiera pensar que cuando hablan de las patrañas del INDEC se figuran a los primeros damnificados, aquellos que no llegan a la canasta básica. Pero no, tampoco creo en eso.

Si cambiase la pregunta y en vez de preguntar en contra de quién, preguntara  a mis amigos caceroleros a favor de quién fue la manifestación ¿Qué respuesta recibiría?  Tal vez dirían que fue a favor de la libertad. La pregunta que sigue, obvia, es ¿cuál es la libertad que falta?  Falta libertad para comprar dólares, es cierto, pero asumimos que por eso no marchábamos. ¿Libertad de expresión? Como periodista  puedo asegurar que no falta esa libertad. La  última revista Noticias me da la razón; por suerte salió a la calle.  Me hablarán de las nuevas formas de censura y volveré a decir lo mismo. La marcha dio cuenta de esa libertad. Asistieron todos los que quisieron y las imágenes de ellos repetidas en las pantallas estuvieron  lejos de ser censuradas.

En líneas generales aseguraría que no falta libertad de expresión, sí libertad para pensar esa expresión. Y eso es mucho más grave.  Pero nadie reclamaba eso.  

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